lunes, 20 de abril de 2009

Sociología y Realidad Nacional

Sociología y realidad nacional
Ronald Jesús Torres Bringas

Resumen:

En los límites de este ensayo se pretende presentar un diagnóstico integral de las condiciones sociopolíticas desde las cuales se construye la experiencia intelectual, con el objetivo de ir delineando la hipótesis de que la reflexión social no es un ejercicio que pueda ser desligado de los fundamentos sociales que condicionan la individualidad del analista social. El distanciamiento de la reflexión social con respecto a los problemas esenciales y esa terca intención de sólo administrar la coyuntura, desnudan una secreta alianza de las energías intelectuales con los poderes existentes; aunque en algunos sectores esta tendencia solamente se da de manera incipiente e inconsciente.

Hay momentos en la historia de nuestras sociedades que ciertas interrogantes de necesidad existencial se apoderan de la conciencia de los pueblos reclamando urgente respuesta. Estas interrogantes que atraviesan la epidermis de la vida social, convirtiéndose en preocupación ordinaria del sentido común avivan en no poca medida una actitud práctica frente al mundo, moldeando no sólo la psicología del ser cotidiano, sino además imprimiendo un efecto variable sobre el pensamiento social que autoconcibe la realidad; las regularidades que definen la formación socio-histórica en un determinado tiempo perfilan la forma en que el intelecto responde a los misterios que el destino implacable impone a la conciencia individual. En no poca medida los bruscos cambios que se precipitan sin cesar en la esfera de la producción económica desmantelan los tradicionales esquemas del saber, erigiéndose aceleradamente otros que responden funcionalmente a las necesidades de los grupos dominantes.
La tendencia a que el mercado sea el único agente que organice la totalidad de la estructura social:
Desarticula la típica negociación Estado- capital que reconciliaba el beneficio empresarial con la redistribución social y, por consiguiente,
Hace cada vez más imposible que los centros del saber se consoliden en autonomía a los intereses de la producción.
La necesidad de contar con un conocimiento técnico que viabilice la proliferación de la organización empresarial – que es quiérase o no la manera como el capital organiza el recurso humano de las diversas regiones – hace muy difícil que el análisis social replantee la vieja alianza histórica sociedad de mercado, Estado asistencial, y democracia que el desarrollismo trató de imponer.
En otras palabras, quienes definen los términos de la política económica mantienen en las condiciones de la globalización económica, desvinculada de la vigilancia social que patrocinaba el Estado, un control casi despótico sobre las fuentes de producción cognoscitiva de la periferia; control que subordina las energías de la sensibilidad social a los cánones metodológicos, epistemológicos de la institucionalidad académica. Es decir, el mercado se crea a su intelectual típico, mientras esfuerzos parciales por reconstruir una democracia sobre la base de la identidad valuación social- beneficio privado son arrojados a la basura por carecer de rentabilidad. Este malestar de la cultura intelectual reducida a técnica social se ha debido en la historia de la sociología a factores diversos, de los cuales señalo tres:
La clásica alianza sectores de vanguardia- clase intelectual se ha visto desbaratada, dando paso a que el distanciamiento de la reflexión sociológica con respecto a las categorías populares se tradujera en una falta de respaldo político a los proyectos nacionalistas. Esto es, - según mi hipótesis- que la desidentificación del análisis social con relación a los sectores medios y sectores populares ha ocasionado la invalidez del ejercicio intelectual desarrollista, conduciendo a la sociología a una crisis teórica de profundas proporciones. El deterioro de esta alianza vuelva acrítica a la sociología reduciéndola a mercancía positivista.
La caída de un nacionalismo metodológico que invite a pensar la sociedad desde las categorías espacio- temporales del Estado- nación, al estilo Durkheim , se ha hecho más evidente en la medida que el proyecto desarrollista no alcanzó este cometido. La propuesta de pensar la sociedad desde nuestra propia racionalidad sui-generis. Desde nuestra posición en el mundo, hacer la nación a nuestro modo no resultó ser más que una ilusión. El consumismo de la racionalidad occidental, la colonización de nuestra estructura intelectiva, verifica hasta que punto el programa de modernización desde el Estado no se preocupó en desarrollar una clase intelectual autónoma a los centros del saber occidental.
A que la especialidad reduce sus patrones de organización académica a las necesidades que el mercado laboral impone. La evaluación curricular en los últimos años confirma el encasillamiento de la producción sociológica a los dictados de la instrumentalización técnica. Aunque esto es un síntoma de que la carrera gana en reconocimiento social como profesión, lo cierto es que se acentúa un divorcio con la vocación social. Como hemos dicho en otra parte, la subordinación del quehacer intelectual a los requerimientos de los agentes externos, complica las expectativas de su emancipación, todo cuanto más no existe en el escenario social una fuerza política que reivindique una visión nacionalista de nuestras sociedades.
La fragmentación del análisis social, disperso en reflexiones descriptivas, empirismos displicentes, formulaciones del todo desvinculadas de nuestras realidades concretas, revelan el grado en que la "heterogeneidad estructural" – para citar una expresión de Quijano- afecta el porvenir de nuestra ciencia.La interiorización de un mundo desestructurado en la conciencia proyecto al plano de la reflexión el pesimismo de la crítica social, la percepción de que los esfuerzos políticos naufragan ante le diluvio de lo incontrolable, transmiten a la labor científica la sensación de que todo se vuelve inexplicable, impredecible planificar. La devaluación del discurso de la modernidad, causado por el desdibujamiento de la formación socio-histórica del Estado nación genera una crisis en el oficio cognoscitivo, crisis que alcanza proporciones difíciles de revertir.
Según lo dicho hasta aquí, la sociología como disciplina académica que examina las relaciones sociales – en los términos de Touraine- no logró constituir un espacio de reflexión independizado de los centros del saber occidental. El abandono del proyecto nacional desarrollista y la virtual descomposición del esquema de fuerzas políticas que impulsó la industrialización, produjo el alejamiento del diagnóstico social de las posibilidades de intervención política. Cuanto más los agentes externos configuren el rostro de nuestras sociedades, en detrimento de las instituciones públicas, tanto más complicado será aventurar una propuesta de evaluación crítica de las formaciones históricas que empiezan a predominar en el escenario social.
Es decir, alejada la razón sociológica de las fuerzas políticas internas, vinculada a los aparatos burocráticos de la internacionalización, y preocupada en mantener a como de lugar la formalidad democrática, el análisis social cae presa de la devaluación teorética. No madura una propuesta de sociedad justa que ponga freno a la negligencia del economicismo neoliberal.
Pero dirijamos esta discusión por le camino de la evaluación histórica de nuestra disciplina. De ello inferimos que en la situación latinoamericana las transformaciones imprevisibles de la formación socio-histórica, en cada época específica, han delineado los temas maestros de la investigación, poniendo énfasis en la economía, otras en la política y por último en la cultura. Ensayar un supuesto en este sentido, implica recoger la idea que siempre los desbarajustes en al formación de la región, sin que se halla conquistado un desarrollo autosostenido, determinaron la conciencia de los problemas a formularse. Esto en una época economía porqué? en otras el discurso de la democracia y la ciudadanía porqué? Y actualmente las indagaciones socioculturales porqué? A ello trataremos de dar una tentativa respuesta en los límites de este ensayo, sin caer por ello en el uní lateralismo analítico.
En las épocas de la demolición de las estructuras tradicionales, cuando se dan los primeros pasos para que se diese una real diversificación de las estructuras productivas, cuando surgían en escena nuevos actores sociales que delataban los incipientes signos de una economía urbano-industrial, y cuando se produce un quiebre en el esquema de fuerzas políticas que legitimaban "el período de expansión hacia fuera", dando lugar a un empuje de las capas medias en las esferas del Estado, se percibe en la atmósfera un optimismo por el cambio social que estimula en no poca medida una rica producción intelectual. Aunque este indicador de mayor fortaleza en el análisis social se dio con singular profundidad en las economías latinoamericanas que alcanzaron mayor desarrollo capitalista, no por eso deja de ser claro que toda la región experimentaba el resquebrajamiento de las bases tradicionales, lo cual obligaba a disponer de lecturas totales de los megaprocesos en curso.
La apertura del Estado a los sectores progresistas (clases medias y sectores obreros populares) configuraba un esquema de fuerzas políticas que imprimía un carácter histórico al proceso económico. El desmantelamiento de las bases de acumulación del "período de expansión hacia fuera" y el peso de una economía urbano industrial significaba que la democratización que se lograba en las esferas del Estado perfilaban los cimientos aún incipientes de una nueva sociedad.
En los términos que aquí exponemos el proceso adquiría un carácter histórico, al cual denominamos modernización; proceso que alentado decisivamente por un Estado democratizado perseguía que los pilares del sistema democrático se basaran en la universalización de las relaciones laborales; tal medida se planificaba desde el Estado, el cual movilizando un robustecido sector público, intentaba construir por si solo en la dirección del bienestar interno las relaciones sociales de la modernidad peruana.
Es decir, por una situación muy particular los agentes internos en las condiciones históricas que hemos descrito tenían la suficiente capacidad política para hacer estallar las relaciones estamentales y conducir en la dirección del establecimiento de relaciones modernas de convivencia social el proyecto nacional desarrollista. Tal modelo de acumulación solamente se hizo posible a raíz que el susodicho comportamiento político que experimentaba la región pudo orientar la inversión interna y la externa a la consecución de un sistema productivo conciliado con el bienestar general.
Así en las condiciones que hemos mencionado, el análisis social estuvo caracterizado por:
El énfasis en miradas de conjunto, toda vez que los actores políticos del desarrollismo urgían del conocimiento total del comportamiento de la estructura social para disponer de las medidas convenientes que conquistara el desarrollo autosostenido.
Excesivo economicismo que se explicaba por la necesidad de manipular científicamente las variables económicas de la industrialización. La ingenua idea en creer que el desarrollo se alcanzaba planificando correctamente el ámbito económico, no permitió distinguir que la planificación necesitaba de un análisis más complejo,
Cercanía con la intervención política, lo cual quiere decir que la labor intelectual se desempeñaba en armonía con la actividad partidaria, toda vez que el carácter histórico del proceso social implica respaldar ideológicamente a los sectores progresistas, y cuestionar acertadamente a los sectores conservadores que obstaculizaban el desarrollo. De lo dicho aquí se infiere, que el acercamiento con los sectores de vanguardia sobreideologizó el análisis social, atrofiando en muchos casos el desarrollo teórico de la disciplina.
La sociología por cercanía con los niveles de al planificación normativa que diseño el Estado adquirió institucionalización creciente; deacuerdo a esto el Estado destinaba recursos que facilitaban el incremento del diagnóstico teórico sin que por ello se perdiera autonomía en los caminos del progreso de nuestra ciencia. Había una articulación entre la visión técnica de la sociedad y los enfoques del cambio social; el análisis sociológico conservaba calidad en la medida que existía un respaldo político interno.
La propagación del discurso al plano del sentido común, en medio de innegables oportunidades de movilidad social generaron una atmósfera optimista que se transfirió al análisis sociológico. La conciencia histórica que servía de basamento ontológico a los ejercicios científicos delinearon una fuerte confianza en la razón. Eran épocas en que la sociedad se vivía históricamente.
Los desequilibrios internos en el esquema de fuerzas políticas de la periferia causaron entre otras cosas que no se completara el ciclo de formación de las economías nacionales. Ahí donde se dictaron medidas que intentaron proteger al sector público de las perturbaciones macroeconómicas de las economías centrales, ante le carácter cada vez más predominante del sector externo en las economías nacionales, se fueron delineando los rasgos de un nuevo carácter de la dependencia en la región. Lo que es preciso llamar "internacionalización del mercado interno", significó la lenta exclusión de los sectores de vanguardia del escenario político de la periferia y el peso creciente de una avanzado sector capitalista que ligado a los agentes externos empezaron a configurar los términos de la política económica.
No en toda la región se alcanzó el estadio de producción de bienes de capital que concretaron algunos países, por tanto al orientarse la dependencia en inyecciones de capital líquido el modelo de desarrollo experimentó escandalosos desajustes. Problemas que al producirse las crisis globales del capital contrajeron el movimiento de la economía, dejando al descubierto que la conciliación entre el sector liberal y el estatismo asistencial no daba para más. El peso de la inversión extranjera en el horizonte político agotó el proyecto de modernidad que esperaron alcanzar las fuerzas políticas internas, ingresando éstas en un proceso de contienda por vincularse desesperadamente la capital global, cuando ya en tierras propias todo empezaba a desmoronarse.
Desdibujada la formación socio-histórica que impulsaba el populismo de la región, los sectores excluidos – sindicalismo, masa marginal – presionaron sobre el Estado para romper el esquema político que se enquistaba. Sólo que esta vez la inclusión no sería masiva, como en el período de expansión hacia adentro, añadiéndose a ello que el ingreso de sectores castrenses al poder instauró regímenes disciplinarios que detuvieran el enardecimiento popular y garantizaran el florecimiento de los sectores avanzados del capital.
Según este contexto se corta el respaldo político a los centros del saber social que producían al conocimiento que nutría el paradigma desarrollista, de tal modo que al detenerse la sucesión histórica de los agentes externos se devalúa toda una conciencia que pensaba el desarrollo desde la propia región. Desvinculado el saber social de corte progresista de los centros de decisión política, en los cuales gravita cada vez más la opinión externa, se reestructuran los contenidos y los ejes maestros de la investigación deacuerdo al surgimiento de nuevas e inesperadas particularidades en el seno de la sociedad.
Las preocupaciones estribarán en las posibilidades de restauración de los regímenes democráticos y en el potencial explosivo de los movimiento sociales, en los efectos nocivos que la recesión económica trajo consigo sobre la sociedad (empobrecimiento, desempleo, marginalidad), en la aparición de un tejido social cada vez más desligado de la economía informal, en la desdiferenciación de las clases sociales, y sobre todo en las condiciones culturales que afirman el futuro de la ciudadanía en el Perú.
Ahí donde se pierde de vista el perfil de la formación socioeconómica de la periferia, a partir del cual se configuraba el desarrollo de la totalidad social, se privilegia luego el análisis político, viraje que corresponde al modelo de sociedad del riesgo que se comienza a implementar en el horizonte. Se tratará de corregir los desequilibrios de la economía, apostando por un orden de cosas en que reducidos segmentos calificados lograrán incorporase al sistema productivo, a pesar de lo cual se sostendrá el rol activo del estado como espacio de resolución de conflictos y agente redistribuidor de recursos
Los sectores más golpeados por la crisis económica se arrojaron – obligados por la falta de empleo- a vehicular sus energías al margen de las reglas que la convencionalidad impone. No sólo se abandonó la organicidad sindical – aplastada por la represión- sino que además se produce un divorcio cultural con respecto a los canales institucionales, detalle que al acentuarse la ideología de la supervivencia en el seno de la sociedad funda el dogma del individualismo como filosofía de vida. Este sentimiento de disconformidad, de clandestinidad psicosocial, hace que los frutos del espíritu se configuren cada vez más al margen de la funcionalidad ciudadana.
El sujeto construye su mundo de significados aislándose de las rutas convencionales y en desafío silencioso con ellas, de modo que canaliza sus acciones por la vía oficial en la medida que ello le reporta los recursos materiales y simbólicos para lograr auto sostenerse. Difícilmente define su realización personal en armonía con la lógica funcional del sistema; el individuo al constituir su identidad en relación antagónica con la lógica dominante, edifica su historia personal cotidiana en desvinculación total con la cultura oficial, a la cual se remite por pura necesidad de preservación material.
La cultura asumiendo que se enmascara tras el formalismo de la moral convencional es un esquema de significados vitales que se construye como una alternativa eufórica a la fría racionalidad institucional. Nuevos y vitales lenguajes sensoriales se van constituyendo en continua huída del plano material del objetivismo economicista, de modo tal que las formaciones mentales que dan cabida a una trascendencia emocional se asilan solamente ahí donde la tempestuosa fantasía y al aventura del riesgo libidinal niegan paradójicamente la realización de los valores materiales. El individuo escapa de la jaula de hierro burocrática edificando un mundo semiótico, un imaginario sensorial que es completamente más un desafío a la racionalidad instrumental que una dimensión que otorgue felicidad concreta al individuo.
El invasivo pesimismo por dar realidad material a una sociedad capaz de satisfacer las necesidades vitales de la mayoría de sus miembros, ha dado como resultado que la subjetividad abandone el camino de institucionalización reguladora, refugiando su energía en el culto a un espiritismo que niega las relaciones de poder que lo conciben en la tierra.
La cultura al edificarse completamente la margen de la convencionalidad ejecutiva entrega a la individualidad a la miseria de la racionalidad comunicativa, de la cual no obtiene mas que un idealismo que desconoce la realidad de las posibilidades materiales. Es pesimista la cultura deacuerdo a lo dicho, de ella no se desprende mas que un solitario aliento de resignación; un universo de heterogeneidades lingüísticas que otorgan un discurso de redención al individuo pero que no resuelven el cáncer de su materialidad. De lo dicho se sigue que el ámbito de las realidades comunicativas sea ahistórico, pues reprime sublimando las energías humanas por el camino del desahogo comprensivo.
De lo dicho hasta aquí se resume que la aparición de las preocupaciones culturales en el contexto del programa intelectual se deba a tres razones:
Por una parte el reacomodamiento de la clase media en el universo del poder global cambia la producción de su conocimiento hacia una lógica distinta de la anterior formación socio-histórica. No sólo su acceso a mayores cuotas de recursos materiales significa que tal situación se deba a su alianza con los agentes externos sino que además su reubicación ha causado un cambio rotundo en las formas de concebir la sociedad. De un economicismo desarrollista que veía con optimismo la transformación de nuestra sociedad ha pasado a un individualismo metodológico, a partir del cual sobrevive como grupo de poder en las esferas del Estado y conectada con el capital extranjero.
Ala abandonarse una política de desarrollo cultivado en la esfera económica, se pone énfasis en el impulso al autodesarrollo, y en la adaptación de las formaciones mentales de los estratos socioeconómicos a un orden de cosas en que la lucha por incorporarse a los recursos del capital resulta segmentaría y penosa. Es decir, la indagación en los contextos de significación tiene el objetivo de paliar los efectos nocivos que la instrumentalización produce en la esfera cultural, sin que por ello se trate de reactivar una planificación de corte universal que resuelva el problema de raíz. Así de este modo, la investigación en las formas mentales acogen el propósito de conocer el estado de la cultura en al actual dinámica social, para extender sobre ellas una política de saneamiento psicológico aduciéndolas a la metafísica de la auto conservación individual. De un modo inesperado la técnica comprensiva es un fruto de la planificación funcionalista que se enquista en el seno de la sociedad.
Por último, el sentimiento de atomización social que se instaura en las bases sociales proyecta al plano de la conciencia intelectual el dogma del individualismo metodológico.
En este sentido, se advierte un florecimiento de temáticas como los estudios sobre la juventud. la interculturalidad, los estudios de género, el discurso de la sociedad civil, el desarrollo local, los estudios subalternos, y otras temáticas que tienen un propósito mas de contención de las necesidades vitales que el de solo satisfacerlas. No se vislumbra un programa de estudios totales sobre la sociedad más que de forma parcelada, porque no existe una fuerza política interna capaz de patrocinar tales tendencias. La trama de estos discursos abandona los canales formales almacenándose la crítica social en la euforia de las reivindicaciones sociales o en el puro dogmatismo social.
Se produce lo que se dice un divorcio del discurso sociológico de la modernidad de la esfera institucional privilegiándose, consecuencia del predominio de los agentes externos en la política estatal, formas de concepción social que matizan por una parte la tecnocracia del saber y por otra la hermenéutica social.
El agotamiento del modelo nacional-desarrollista y la paulatina desestructuración de los complejos institucionales que definían el escenario de la modernización, son abandonados por modelos de desarrollo que ponen énfasis en la noción empresarial a corto plazo, y en la gestión estratégica de las organizaciones sociales en medio del caos. El neoliberalismo al desmantelar los argumentos de la regulación estatal de la esfera socioeconómica rompe el proyecto de fundar las identidades sobre la base de la incorporación moderna, lo cual ocasiona que los procesos socioculturales- como hemos dicho antes- se configuren independientemente a los vejámenes de la racionalidad empresarial. El programa de reformas extremas que impulsó el fujimorismo facilitó:
la proliferación de la organicidad empresarial en el seno de la sociedad, lo cual se mide por el libre albedrío de las inversiones extranjeras y el descarado autodesarrollo de la informalidad.
esta ligazón de los colectivos al mercado descompone las barreras sindicales y otras formas legales de vigilancia social, depositando en las prácticas sociales la conciencia de un pragmatismo moral como expresión de la cruda sobrevivencia.
la difusión de esta pragmatismo moral condiciona la propagación del individualismo como filosofía de vida, lo cual no es mas que un síntoma de la despótica relación individuo-sistema, el cual introyecta la tosca instrumentalización hasta en las esferas más íntimas de la vida social, y ese brutal darwinismo social en las expresiones cotidianas.
la visión de la competencia política como una competencia entre tecnocracias que cazan el Estado como una forma de reproducción de su poder económico; esta metafísica de la empresarialización en el seno de la sociedad libera a las organizaciones de toda regulación estatal-social.
la subordinación de los programas educativos, producción del saber y demás servicios a los actuales diseñadores de la actual política económica: los agentes tecnocráticos como clientes de los agentes externos. En suma, la sociedad es vista como un paraíso de organizaciones individualistas que persiguen agenciarse el poder económico que promociona la tendencia al librecambismo.
Este diagnóstico apresurado que transmite la idea de un darwinismo social sin ninguna esfera social que la regule, hace explosionar – como hemos dicho en páginas anteriores- el pacto entre la esfera capitalista y los agentes de la democracia social. En este panorama la democracia es solamente propalada como un discurso de inclusión formal y semántica, pero no de una verdadera democratización social. Algo de esto hay en los discursos de la ciudadanía que transmite la manipulación de la demagogia gubernamental; el sujeto es definido como ciudadano en tanto se siente culturalmente integrado a la sociedad y en tanto maniobre con los recursos que tenga a la mano para buscar reconocimiento social. Nada se dice de las masas excluidas del sistema económico, como si ellas fueran verdaderamente ciudadanas.
En este breve examen de los perfiles sociales de la actual formación socio-histórica brilla con luz propia la crisis teórica de la sociología:
El eclecticismo teórico en el uso de los conceptos
El retorno de las metodologías empiricistas
Ausencia casi completa del nivel teórico en las investigaciones
Paralelismo de las investigaciones y ausencia de referencias a otras de la misma área.
Marcado pragmatismo y tendencias a convertir la sociología en técnica social.
Y estas características negativas se explican por la evolución del pensamiento social y su completa casi subordinación a los requerimientos de los agentes externos, como expresión del capital global.

Perspectivas.
La sociología difícilmente puede ser concebida como autoconciencia de la modernidad peruana. La tendencia a convertirse en técnica social o en una suerte de literatura esteticista la descalifican como discurso promotor del desarrollo social y de la constitución del estado-nación. A la deriva el programa de desarrollismo interno toda una forma de concebir la sociedad se agota, por la evolución del mismo proceso político peruano. Una nueva visión, y por consiguiente, nuevos esquemas de significación se constituyen, generando nostalgia con respecto a los marcos de reivindicación clásicos. Colonizado el saber es complicado que un plan de nación surja en el largo plazo, lo cual entrega las fuerzas del conocimiento a los nuevos actores que surgen en escena.
Sin embargo, como efecto del ajuste estructural y del fracaso del modelo neoliberal para conducir el desarrollo, se presentan en la región la evidencia de actores políticos que retoman los discursos contestatarios bajo nuevos y a veces autoritarios ropajes, tratando de romper el esquema de fuerzas tecnocrático, con desigual intensidad entre los países, e intentando desde el Estado proponer una suerte de capitalismo nacional. Esta corriente de reacción que se extiende ha tomado conciencia de lo objetivo e inconmensurable que se vuelve el capitalismo global, y en la medida que la visión colonial y eurocéntrica del mundo entra en crisis, tratan de negociar su inserción en un mundo en donde el desmantelamiento de una historia única y la soberanía de mundos plurales expresan la multipolaridad de fuerzas que desean ser reconocidas en el proceso de modelación del planeta. Este acontecimiento de ruptura con los moldes coloniales del saber, esta siendo acompañado por organicidades descentralizadas y creatividad intelectual, en las cuales la riqueza y dispersión de puntos de vista hablan de la emergencia de discursos y teorías sin disciplinas, que son esquematizadas bajo el cliché en las universidades del primer mundo de los estudios postcoloniales o estudios subalternos.
La resignificación de las categorías occidentales y de la metafísica de corte objetivista esta siendo desconstruida por estos discursos, sin embargo, la salidas que proponen para el tercer mundo no son contundentes, en la medida que sus formas y estrategias de resolución de problemas no abandonan los marcos de gestión de la modernidad clásica en un mundo donde las tácticas y estrategias de subversión deben ser a escala global. Las salidas culturalistas que proponen, en la medida que todo se reduciría a una cuestión de mutación transcultural, desconocen la realidad objetiva de problemas que el dependentismo había dejado en agenda, dando la sensación de un discurso crítico que en última instancia se acomoda a las necesidades del capitalismo periférico.
La sociología debe detectar el coyunturalismo de estas propuestas, e iniciar sobre la base de un discurso totalizador, la superación del determinismo occidental, planteando posibilidades concretas de apropiación del saber moderno y creando en la medida que la acción política diseñe propuestas inteligentes de desarrollo, la necesidad de una lectura latinoamericana que le de la vuelta a la semántica occidental. La reflexión intelectual esta obligada a acompañar la realidad y la forma en que esta se teje, y por tanto, debe deshacerse de las lecturas institucionales y esas convencionales categorías, que no hacen otra cosa que acomodar sus discursos a las necesidades de la trasnacionalización.
La sociología puede encontrar un fructífero desarrollo en los proyectos de gestión regional-local que se avizoran sin descuidar las necesidades geopolíticas de conformar bloques de negociación política. Es desde esa nueva relación que inaugura la globalidad entre actor local y mercado globalque la reflexión puede alcanzar una vía institucional para proponer un Estado democrático reconciliado con el interés empresarial, en el cual a su vez debe afincarse el reconocimiento de las identidades regionales y locales. Creo que en los actores locales la sociología puede contar con el apoyo político suficiente para planificar el desarrollo de las regiones. La sociología puede convertirse en un discurso nuevamente crítico si es que los intelectuales trabajan más cercanamente con las élites, descentralizando su saber hacia proyectos de modernización nacional-regionalistas. Es imprescindible reconocer que mientras la razón de mercado busque fragmentar las identidades en la región, esta estrategia solamente será un paso para recuperar la presencia e involucramiento de actores que fueron replegados del escenario social.
Sin abandonar el proyecto de Estado-nación, infravalorado actualmente, los intelectuales deben laborar con los propios actores planificando y viabilizando acertadamente su desarrollo. Sólo así los embates de la privatización de la vida social no harán mella en las identidades locales y solamente así la gestión de los gobiernos regionales y latinoamericanos podrá convertirse en espacios saludables para la expresión de la individualidad y sociabilidad.








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1 comentario:

  1. Estimado Ronald Jesús Torres Bringa:

    Es muy interesante este blog! Lo invitamos a conocer nuestra página que en breve tendrá un link hasta aquí. Esperamos que les guste y le resulte interesante.

    Atte.
    Sociologica Humanitatis
    www.sociohumanitatis.com.ar

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